viernes, 8 de junio de 2012

FALLECIO JESUS RAMON VERA poeta salteño

Pero la muerte no es el fin de un poeta sino su renacimiento, su alma se convirtió en versos que son y serán eternos en el sentir de los salteños.
Don Ramón viene de una casa humilde como humilde y a la vez grande fue su vida de poeta y artista. Toda su familia era de Rosario de la Frontera. Su papá trabajaba en Radio Nacional y su mamá vendía tamales, pero en su casa se leía poesía, para hacerlo dormir no le cantaban canciones de cuna, su padre le leía los inmortales versos de Dn. Manuel J. Castilla.
Nació en Salta un 24 de enero de 1958. Y ya a los once años escribía poemas para la maestra de su escuela, quizás su primer amor. A los 19 años se inscribió en un concurso literario. Ganó el tercer premio, y de la mano de Jacobo Regen, Walter Adet y Castilla entró al bar La Imperial, para festejar con unos vinos y para nunca más abandonar ese inestable pero vital espacio que le brindaba la poesía.
Después, con los años, Ramón fue tomando cuerpo y alma, ganando los espacios de su tierra y un buen día lo abrazó el carnaval y a partir de entonces le secuestró para siempre.
El poeta del carnaval – el poeta del pueblo. Comparsero de los KAMBAS, poeta de la vida, por más que lo golpeaba el destino su pluma siempre se mantuvo incólume, constante, profunda. Convirtió las palabras comunes en poco comunes y compuso sobre la piel de su gente y no sobre la página. Muchos cánticos que entonaron por años los comparseros salieron de su corazón.
Pero la muerte no es el fin de un poeta sino su renacimiento, su alma se convirtió en versos que son y serán eternos en el sentir de los salteños.
Los integrantes de la Academia del Folklore de Salta rinden de esta manera un sentido homenaje.
Las vueltas de la vida
A la madre
le sacaron un hijo del regazo, de la casa,
de muchas calles.
Y da vueltas y vueltas
a la plaza.
Ruega que le dejen su país.
A la madre le sacaron la madre;
no sea que descubran su desgarro.
Y da vueltas y vueltas
a la plaza.
Palomas se posan,
se animan entre hombres de gorra azul,
de traje azul,
violan la quietud.
Alguien que no logra encapuchar su conciencia
da vueltas y vueltas en la cama
a la noche;
el mundo que también da vueltas lo consuela.
Inician las palomas su giro,
los autos alrededor de la plaza.
Yo miro el monolito: “25 de mayo de 1810”.
La madre sigue dando vueltas.
En su vientre hay un hijo que vive.
De golpe me doy cuenta que yo doy muchas vueltas,
para decir las cosas;
no sea que otra madre con la misma pena se
agregue un jueves
a la plaza.
Y cae una lágrima.
Resucitará la mejilla de los que están
quietos,
con las manos en la pared.
JESÚS RAMÓN VERA
(Bs.As. enero, 1983)

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