Un modelo de desarrollo para los nuevos tiempos
Por Eneyda Carolina Arteaga de Valle
La construcción de redes
“contrahegemónicas” se convierte en un aspecto prioritario, en un desafío, las
alianzas a nivel local, regional, nacional e internacional son necesarias, al
igual que una “transnacionalización de los movimientos sociales”, sobretodo en
aquellos países donde los daños al medio ambiente se están concentrando en
zonas transfronterizas.
La palabra “desarrollo” es
definida por las instituciones capitalistas como la evolución progresiva de una
economía hacia mejores niveles de vida. En ella se privilegia el componente
económico, en detrimento del componente social. En nuestro mundo globalizado,
el modelo de “desarrollo” capitalista tiene a su favor las condiciones
jurídicas, políticas y económicas precisas para que los intereses empresariales
se antepongan a los derechos humanos de los sectores populares; y con la
aplicación del paradigma de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC)
consigue tener una careta con la cual limpiar su rostro, vinculándose a las
estrategias de cooperación para el desarrollo.
En la época de la conquista, los españoles saquearon nuestras tierras,
nos hicieron esclavos y esclavas, han pasado siglos y nuestra tierra sigue
siendo saqueada y, en el siglo XXI, seguimos siendo esclavos y esclavas. Las
transnacionales se enriquecen a costa de nuestros recursos naturales y de la
sobreexplotación de nuestra gente, y así como en la época de la conquista
cambiaban un espejo por un pedazo de oro, ahora se llevan lo mejor de nuestra
tierra y nos devuelven las migajas a través de la RSC.
Lo más terrible es que, después de tantos años de represión y
dictaduras militares en América Latina, parece que el movimiento social
estuviera dormido; y hemos dejado nuestro papel de “hacer política” en manos de
la “clase política”, de los partidos de izquierda que encabezan los gobiernos
“progresistas”. ¿Por qué los gobiernos latinoamericanos de izquierda se han
inclinado por una relación de asociación táctica con las compañías
multinacionales dedicadas a la minería y a los hidrocarburos? ¿Por qué hacen
“alianza” con ellas? Quizás estén motivados por determinados intereses
económicos o, en el mejor de los casos, creyendo que bajo esta lógica están
creando las condiciones necesarias para llegar a un modelo económico diferente,
a largo plazo.
Si bien es cierto que los procesos de nacionalización desempoderan, de
alguna manera, a las transnacionales a través de: la reducción de beneficios,
el aumento de impuestos, el aumento de la participación estatal en el
accionariado de algunas compañías, el reflote de las empresas estatales y el
fortalecimiento del sector público. Pareciera que, en la práctica, estamos
teniendo un retroceso a través del retorno del desarrollismo, o mejor dicho, a
un “neodesarrollismo”, ya que también hay que tener en cuenta la redistribución
social del excedente generado con el modelo primario exportador, el
fortalecimiento de la industrialización y el diseño de políticas económicas
alternativas que generen ingresos para las políticas sociales. Dicha fórmula no
funcionó en la época de mayor expansión de este paradigma (tras la Segunda
Guerra Mundial), ya que también fortalece las asimetrías económicas, en el
marco del capitalismo, y el desarrollo de una parte de la población se logra a
la base del subdesarrollo de otra parte de la población.
Está contradicción genera contiendas entre los gobiernos progresistas y
los movimientos sociales bajo el cuestionamiento: ¿El crecimiento económico con
redistribución social de la riqueza puede afectar al medio ambiente y a los
derechos de los pueblos indígenas? aunque existan alianzas con los gobiernos
progresistas, este modelo de crecimiento afecta al medio ambiente y a los
derechos de los pueblos indígenas pues se realiza bajo la misma lógica de xplotación
de los recursos naturales y con las mismas desventajas jurídicas, en las cuales
el derecho internacional tiene mayor fuerza que la legislación nacional.
Por otro lado, la corriente del "buen vivir" se refleja en un
modelo de desarrollo postextractivista, el cual se enfoca directamente en el
bienestar de las personas y las comunidades, en asegurar el bienestar de la
naturaleza, y abandonar la idea del progreso perpetuo [1]. Dicha corriente es
cuestionada también porque: ¿La lógica del “buen vivir” puede limitar el
progreso orientado al conjunto de la ciudadanía? Depende de que se entienda por
progreso, sobre todo en un mundo capitalista como el nuestro, donde el
individualismo y el consumismo son los patrones comunes, donde el valor de las
cosas tiene un período muy limitado. En este sentido, según Carlos Taibo [2]:
“Son tres los pilares en los que se sustenta tanta irracionalidad. El primero
es la publicidad, que nos obliga a comprar lo que no necesitamos y, llegado el
caso, exige que adquiramos, incluso, lo que nos repugna. El segundo es el
crédito, que históricamente ha permitido allegar el dinero que permitía
preservar el consumo aun en ausencia de recursos. El tercero es la caducidad de
los bienes producidos, claramente programados para que en un período de tiempo
breve dejen de funcionar, de tal suerte que nos veamos en la obligación de
comprar otros nuevos”.
Ante esta disyuntiva, en el
escenario de las izquierdas a nivel internacional se presentan un desafío:
encontrar proyectos económicos alternativos y realistas [3] y en este ámbito la
economía solidaria se perfila como una opción, ya que es “un modelo alternativo
de y para las mayorías populares, en los ámbitos económico, social, político,
cultural e ideológico, fundamentado en su propio esfuerzo organizativo y
solidario, que tiene como finalidad resolver sus problemas ambientales, de
pobreza y exclusión social, tanto en el campo, como un la ciudad y contribuir a
la eliminación de las causas que la generan” [4]. Para esto es indispensable la
construcción de relaciones sociales basadas en valores como la solidaridad, el
cooperativismo y la búsqueda del bien común, totalmente opuestos a los valores
imperantes en nuestro mundo capitalista.
Por otro lado, la construcción de redes “contrahegemónicas” se
convierte en un aspecto prioritario, en un desafío, las alianzas a nivel local,
regional, nacional e internacional son necesarias, al igual que una
“transnacionalización de los movimientos sociales”, sobretodo en aquellos
países donde los daños al medio ambiente se están concentrando en zonas
transfronterizas. Para ello es necesario, indispensable, un trabajo
concienciación, organización y movilización de las bases, a través de procesos
de educación popular, que generen un análisis crítico en las personas con
respecto a la realidad comunitaria, regional, nacional y mundial.
En conclusión, el modelo de desarrollo para los nuevos tiempos debe
estar fundamentado en el respeto a los derechos humanos de las grandes
mayorías, en la democracia participativa, la equidad e igualdad de género, el
respeto a la naturaleza y a la soberanía de los pueblos. Pero sobre todo,
fundamentado en la deconstrucción y la construcción de relaciones de poder más
justas, y una distribución de la riqueza más equitativa.
Parece una utopía,
pero un nuevo mundo es posible.
Ella está en el horizonte.
Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte corre diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve: para caminar.
Eduardo Galeano
* Eneyda Carolina Arteaga de Valle es licenciada en Trabajo Social por
la Universidad Luterana Salvadoreña.
El presente artículo fue el ensayo final del curso online Repensar el
desarrollo: Cooperación, derechos humanos y empresas transnacionales impulsado
por OMAL http://omal.info y que se desarrolló del 16 de abril al 11 de mayo de
2012 para alumnado de Bolivia, Nicaragua, El Salvador y Colombia.
* Notas
[1] Eduardo Gudynas, “Desarrollo, postextractivismo y “buen vivir””,
Revista Pueblos nº 49, diciembre de 2011.
[2] Carlos Taibo, El decrecimiento explicado con sencillez, Madrid,
Catarata, 2011.
[3] Juan Hernández Zubizarreta, Erika González y Pedro Ramiro,
“Transnacionales y desarrollo en América Latina: Los procesos de cambio, entre
la redistribución y el “buen vivir”” en HEGOA y OMAL-Paz con Dignidad,
Transnacionales, agentes... ¿de qué desarrollo? 2011.
[4] Aquiles Montoya, Manual de Economía Solidaria, San Salvador, UCA
Editores, 2009.
Tomado de envío de eco portal
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