Reserva El Chocoyero-El Brujo
Un día entre cascadas y chocoyos
La reserva está a solo 28 kilómetros de la calurosa ciudad de
Managua. Es uno de los pulmones que tiene la capital de Nicaragua y, además, su
principal proveedor de agua potable
Orlando Valenzuela
Cuando los chilamates, matasanos, aceitunos y el guayabón florecen y
muestran sus primeras frutas, las aves del Refugio de Vida Silvestre El
Chocoyero- El Brujo se que- dan en el bosque y ofrecen un recital animado con
el canto de mi- les de chocoyos y el trinar de pájaros diversos.
Esta selva parece una bóveda verde y sonora, y al finalizar la
temporada de semillas y frutos, los chocoyos salen en bandadas al amanecer en
busca de alimentos y regresan a los nidos por la tarde.
La reserva está a solo 28 kilómetros de la calurosa ciudad de Managua.
Es uno de los pulmones que tiene la capital de Nicaragua y, además, su
principal proveedor de agua potable, porque en su sub- suelo existe un manto
acuífero que alimenta 22 pozos que abastecen a los habitantes de Managua.
En El Chocoyero se observan animales variados, algunos en peligro de
extinción. El turista puede caminar por senderos y alcanzar la cima de la
cordillera mientras aprecia los paisajes.
Es un área protegida de 135 hectáreas en su núcleo, más una zona de
amortiguamiento de 1,500 manzanas, la mayoría de estas con plantaciones de
café. En los alrededores una parte de la población cultiva piña, pitahaya,
plátano y granos básicos.
Aquí existen 185 especies de aves, 230 de mamíferos y reptiles, así 163
de flora, explica el guía Félix Pedro Carballo.
Entre los animales que habitan esta reserva están los monos cara
blanca, congo, las guatusas, zorros, mapaches, chanchos de monte, armadillos,
ardillas, venados cola blanca, garrobos verdes, iguanas, la serpiente mica,
culebra pajarera, boa, cascabel, coral y otros reptiles.
Lo que más abunda son las aves, destacando el choco- yo (Aratinga
strenua). Miles ani- dan en huecos de los farallones, donde hay dos casca- das
de aguas cristalinas.
La reserva fue bautizada como Chocoyero-El Brujo, por la nota- ble
presencia de chocoyos y porque las aguas que bajan de la monta- ña se pierden
al caer entre las pie- dras y solo reaparecen a varios kilómetros de distancia,
de forma misteriosa para los habitantes de la zona.
Beben de las nubes
El bosque que circunda la reserva tiene árboles de ceibo, níspero,
hule, guayabón, matapalo y otros que alcanzan alturas de hasta 50 metros. Las
copas de estos árboles suelen ser cubiertas por las nubes, de las que los
árboles absorben agua, que infiltran luego en el manto acuífero.
También se hallan plantas medicinales, como el tempisque, matasano,
jiñocuago, chilamate, copela, chilamate blanco y otras especies que ayudan a conservar la humedad.
Los senderos más cortos son los que conducen a las cascadas El
Chocoyero y El Brujo, el primero de 1,200 metros desde el Centro de Atención al
Visitante, y el segundo a más de dos kilómetros.
La reserva abastece de agua po table a más de 4,500 personas de las
comunidades vecinas de San José, Los Ríos, La Francia y El Edén, del municipio
de Ticuantepe, ex- plica José Santos Valle, presiden- te de la Cooperativa
“Juan Ramón Rodríguez”, que vela por la conservación del bosque y su fauna.
El camino hacia la cascada El Chocoyero lo bordean árboles centenarios
y arbustos que con sus ramas forman impresionantes túneles verdes. Mientras los
visitantes caminan, saltan guatusas y armadillos que salen de las cuevas a
buscar alimentos, sean larvas u hormigas.
En el farallón, centenares de chocoyos revolotean sobre las copas de
los árboles y otros buscan sus nidos entre las grietas de la pared rocosa. Es
una algarabía.
A la izquierda, caminando por la parte baja de una hondonada donde se
ven piedras volcá- nicas sobre el camino, se llega a la cascada El Brujo. Una
pileta, al pie del farallón, capta parte del agua que cae y la distribuye por
tuberías a la comunidad.
Un sendero que atrae a los turistas es el de La Naciente, situado en lo
alto de la cordillera rocosa, entre un bosque nebuloso. En esta ruta el terreno
es muy inclina- do, con abismos a los lados y mira- dores naturales en algunos
puntos claros. Es propio para quienes gustan del alpinismo.
Se escuchan cerca los aullidos de los monos congo, en los árboles saltan
ardillas y monos cara blanca que, al parecer, huyen de la presencia humana.
Una trocha escabrosa nos lleva al fondo de la hondonada, donde empieza
el cañón con paredes cubiertas de musgo, helechos y plan- tas parásitas que
permanecen ver- des todo el año.
Cien metros adelante hay una cascada de mediana altura pero con un
caudal grueso, que produce un ruido fuerte al caer. Depende de la misma
corriente de agua que viene de La Naciente, formada ha- ce unos cinco años tras
un derrumbe que desvió el riachuelo que antes se dividía en varios hilos de
agua que caían en el cañón.
Caminando junto al arroyo se llega al borde del risco, de unos 85
metros de altura, por donde las aguas salen para crear la cascada El Chocoyero.
Este recorrido suma siete inolvidables horas de convivencia con la
naturaleza.
Los precios
Para quienes desean hacer un tour nocturno por esta reserva, el Centro de
Atención de El Chocoyero ofrece alojamiento en cabañas, por US$20.00, y casas
de campaña a US$5.00.
El servicio de guía a las cascadas tiene un precio de C$100.00, y al
sendero La Naciente cuesta US$40.00 por grupo.
La entrada a la reserva tiene precios diferenciados: nacio- nales
C$40.00, extranjeros C$90.00, y niños C$10.00.
Cómo llegar
Del Mercado “Roberto Huembes”,en Managua, salen buses hacia Ticuantepe,
a 20 kilómetros de distancia. Aquí se pueden abordar microbuses que viajan a la
comunidad Los Ríos, de donde se caminan unos tres kilómetros hasta la entrada
de la reserva. En vehículo propio, se toma la carretera entre Ticuantepe y La
Concepción, y en el kilómetro 21.5 se entra por el camino rústico que lo lleva
hasta El Chocoyero.
Tomado de nuevo diario de Nicaragua
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