martes, 20 de noviembre de 2012

SOCIEDAD FRACTURADA


CONFRONTACIONES Y ANTINOMIAS DE UNA SOCIEDAD FRACTURADA
“El que está frente tuyo, es tu semejante.” Albert Camus
               Sin duda que muchos podrán argumentar con fundamentos, que las sociedades se consolidan y desarrollan en torno a los enfrentamientos y conflictos permanentes, originados por razones religiosas, políticas, filosóficas y económicas, entre tantos otros motivos.
               Sin perjuicio de lo expresado, tampoco es menos cierto que no se puede vivir en peleas permanentes, ya que en algunos momentos de su derrotero histórico, los pueblos necesitan declinar su nivel de beligerancia en pos de la construcción de ámbitos de convivencia, respeto y tolerancia.
               En nuestro país, sin grandes contrastes religiosos, como tantos otros, la política fue campo de batalla de antinomias insalvables, no superadas por siglos o décadas.
               A lo largo de nuestra breve historia, las confrontaciones entre unitarios y federales, rosistas y antirosistas, irigoyenistas y antiirigoyenistas, peronistas y gorilas, y en los tiempos actuales cristinistas y anticristinistas, dejan sus huellas y consolidan una constante de intolerancia, que poco ayuda al avance social con cierto grado de dignidad y armonía, en pos de objetivos comunes.
               Sin abrir ningún juicio de valor, puedo afirmar que tanto el 8N y el 7D, se han transformado en casi dos gritos de guerra, entre dos ejércitos prontos a aniquilarse, sin por ello dejar de reconocer que es absolutamente legítimo en democracia y con estado de derecho, que unos protesten o reclamen y otros pretendan que se cumpla la ley.
               Lo que no es aceptable, es la carga de subjetividad, agresividad e intolerancia de los grupos en pugna.
               No es bueno y solo conduce a ampliar la brecha social, con dilapidación de energías que tendrían que estar puestas para la solución de los muchos y graves problemas que aún aquejan a nuestro país.
               También estoy seguro que quienes medran con las divisiones, cargan las tintas en una y otra postura, sabedores que a río revuelto ganancia de pescadores.
               El mensaje subliminal e interesado que baja desde distintos ámbitos y encuentra eco en todos los medios de comunicación, bajo el formato de noticias o el falaz argumento de informar, es el de la violencia y la confrontación, abarcando tanto a los noticieros, programas de espectáculos, mesas de debates políticos, novelas, unitarios y todo comentario de periodistas estrellas y no tanto.
Más que desentrañar quién tiró la primera piedra, lo importante es ver cómo nos dejamos de tirar piedras, y a partir de ello y sin renunciar a nuestras convicciones, posicionamientos e ideologías, buscar caminos comunes de entendimiento.
En una sociedad democrática es lógica la diversidad de pensamiento y las pujas en torno a los mismos, lo que no tiene justificación ni racionalidad es que unos y otros se traten en términos de enemigos, traidores, destituyentes, con las exclusiones previsibles que ello genera.
Valga lo expuesto a manera de introito, de una fecha, efemérides o recordación poco internalizada y menos practicada de este mes de Noviembre.
Concretamente quiero referirme al 16 de Noviembre: “Día Internacional para la Tolerancia”, instituido en Diciembre de 1996, por Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas, de conformidad a la iniciativa de la Conferencia General de la Unesco, por cuanto en dicha fecha 1995 se había aprobado la Declaración de Principios sobre la Tolerancia.
La recordación, debería servir de disparador para la realización de un profundo examen de conciencia sobre nuestras actitudes y conductas para con los demás y sobre todo en relación a aquellos que son diferentes, o no participan de nuestras creencias, opiniones o culturas.
               La historia de la humanidad está alimentada de odios y desconfianza y muchos de los enfrentamientos fueron producto de los prejuicios culturales y religiosos, que a no dudarlo sirvieron también, para imponer sistemas políticos y económicos injustos y autoritarios, que favorecieron a unos pocos y discriminaron y marginan a los más.
               Se impone encarar un nuevo aprendizaje  y un cambio de actitud frente a los distintos o diversos, por cuanto la consagración de la tolerancia y la confianza en las variadas formas de pensar y quienes la encarnan, no se logran de la noche a la mañana, ya que requieren de tiempo, apertura y esfuerzos.
               La intolerancia, la crispación y la violencia casi siempre se sustentan en la ignorancia, la soberbia y el temor, tanto a lo desconocido, al "otro", como a otras culturas, religiones y pueblos.
               Si entendemos que la educación es el motor de cambio de las conciencias, es fundamental trabajar en esa dirección, permitiendo e incentivando el acceso a la misma en un marco de amplitud y tolerancia.
               No es menos cierto, que por lo general este disvalor se internaliza a edad temprana, por lo que es necesario e importante mejorar la educación de los niños con principios de tolerancia, derechos humanos y libertades fundamentales.
               Este Día debería transformarse en un hito para la educación para la convivencia y el respeto, que establezca una agenda de reflexión, impulsando debates sociales e institucionales sobre los problemas de intolerancia que padecemos.
               Si bien el dilema es mundial, sus manifestaciones generalmente adoptan formas locales o nacionales y se incrementan en distintos lugares de la mano de problemas económicos, ambientales, religiosos y políticos.
Es fundamental promover una cultura para la aceptación y la convivencia, a través de acciones y propuestas de carácter nacional, local, pero también individual.
               Cada uno de nosotros tiene su cuota parte de responsabilidad en el tema, pero también la posibilidad de usar herramientas a su alcance para revertir estas actitudes, de nosotros depende hacerlo.
               El involucramiento y participación de toda la sociedad, es fundamental en la búsqueda colectiva de un mundo libre de intolerancia.
               Por último les dejo una frase de Koichiro Matsuura, ex Director General de la Unesco: “Una guerra medra nutriéndose en la intolerancia, la paz exige lo contrario. Remplazar la desconfianza por una mejor comprensión de la cultura y las aspiraciones de los demás, contribuirá a que aprendamos a avenirnos y abonará el camino de una paz duradera.”
Ricardo Luis Mascheroni
Docente universitario

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