domingo, 21 de julio de 2013

ARROYO FLORES CONTAMINADO EN URUGUAY

Agua color verde aceituna
Productores de Libertad exigen mitigar la contaminación del arroyo Flores
María de los Ángeles Orfila - Mire lo que imponen para vivir”, dijo Néstor Martínez mientras daba una breve caminata desde la entrada de su vivienda hasta el arroyo Flores, afluente del río San José, en la ciudad de Libertad. El olor, muy similar al del Pantanoso, se hizo más intenso en cada paso. El aspecto pone en duda el lema de Uruguay Natural: el agua es de un color parecido a un verde aceituna.
La conexión entre estos cursos de agua es importante porque el río San José desemboca en el río Santa Lucía a la altura del Parador Tajes (aguas debajo de la represa de Aguas Corrientes). El San José, por su parte, constituye una fuente importante del acuífero Raigón, que es, a su vez, la fuente de agua potable para la ciudad de Libertad y un importante reservorio de agua dulce para el país, pero que ya fue declarado vulnerable por el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (Mvotma) en 1999. Y que, a juicio de Pedro Bidegain, productor de la zona, “no se lo protege”. 
El mismo olor que se percibe en la casa de Martínez frunce las narices en los alrededores de la planta de líquidos residuales de Libertad, ubicada a menos de un kilómetro de la periferia de la localidad y de la desembocadura del arroyo Flores. La planta está compuesta por una serie de lagunas de oxidación, un sistema que puede ser ilustrado como un tanque séptico que retiene los sólidos en suspensión, pero que se torna ineficiente a medida que aumenta la carga. El censo del año 2011 reveló que 10.166 personas habitan en Libertad, 66% más que en 1975. 
El principal problema que denuncian los vecinos es que, frecuentemente, las lagunas están colmatadas. De esta manera, no retienen más sedimento; entonces, lo que devuelve al arroyo no cumple con parámetros de calidad. “Las aguas servidas van casi puras”, ilustró Roberto Bidegain, productor lácteo de la zona. 
Martínez pretendía vender miel ecológica a Alemania. Con este afán, compró una planta de extracción de acero inoxidable que le costó US$ 40 mil. Cada kilo de miel certificada podía venderse 30% más caro. No obstante, el técnico alemán que lo visitó le negó el trámite de exportación cuando vio el arroyo a pocos metros de sus instalaciones. Un requisito es que no haya ningún factor contaminante en el predio. “Me dijo que no me podía certificar porque las aguas servidas de Libertad están al lado de la planta de extracción. No puedo ganar un mejor precio por OSE”, se quejó. Fue hace cinco años. Hoy su apiario produce 40 mil kilos de miel por año. La ecuación sería diferente. Otro proyecto que le quedó por el camino fue incluir su casa en el circuito de estancias turísticas. “Nos agredieron nuestra propiedad y nuestro vivir”, comentó a El Observador.
La falta de mantenimiento de las lagunas fue una de las causas que señaló la doctora en biología Tamara Avellán, egresada del Instituto Unesco para la Educación relativa al Agua, para la contaminación del arroyo y la afectación del ecosistema circundante en dos estudios publicados en 2004 y 2009.
La experta concluyó que en el primer tramo del arroyo Flores –ocho kilómetros de un total de 12–, la salud del ecosistema acuático daba muestras de agonía por las altas concentraciones de nutrientes y la casi nula concentración de oxígeno. Allí vive Martínez. En el tramo final, donde viven Roberto y Pedro Bidegain, las concentraciones de contaminantes eran menos dramáticas pero, aun así, las vacas de Roberto padecen episodios de diarrea después de tomar agua del arroyo. Y algunas han muerto. Otra consecuencia que ha visto es que han desaparecido las nutrias. Como pasa con sus vacas, a las nutrias “no les apetece esta agua”, dijo. En su campo el agua es un poco más clara que el verde aceituna, pero el barro de la orilla tenía una coloración amarronada brillante. Gonzalo Vilaró, otro vecino, no sufrió la pérdida de ningún animal, pero ha advertido que su ganado se rehúsa a tomar agua del arroyo.
Técnicos de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) y de OSE han hecho sendos análisis del arroyo Flores tras reclamos de los vecinos en varias oportunidades, pero nunca se les comunicaron los resultados, o se les ha informado de los planes para solucionar el vertido de efluentes domésticos.
Este problema se resolvería con una planta de tratamiento terciario –como la que existe para San José de Mayo– que es capaz de remover nitrógeno y fósforo. No obstante, Libertad no está en la lista de ciudades prioritarias para la mejora de la red de saneamiento en el marco del plan de acción para controlar el proceso de deterioro de la calidad del agua del río Santa Lucía (sí están Fray Marcos, San Ramón y Santa Lucía).
Este año, OSE procedió a la construcción de una red de agua potable y saneamiento en los barrios Aserradero y Colón. El Observador consultó al organismo por este tema, pero no obtuvo respuesta. La propuesta de Martínez es que Libertad cuente con su propia usina potabilizadora autónoma (UPA). La más cercana está en Ecilda Paullier.
No obstante, Avellán también señaló como responsable de la polución, la deficiencia de tratamiento de residuos de los tambos. En este sentido, Pedro Bidegain reconoció que son parte del problema, pero que el sector no aceptará todas las culpas. “Sabemos que contaminamos. La contaminación por vertidos directos de los tambos es del orden del 3% al 5%. Pero la cuenca lechera a la que el gobierno de turno le echa las culpas se ha venido preocupando y ha construido lagunas de decantación” para el tratamiento de sus efluentes más nuevas que las de OSE, relató a El Observador. De acuerdo a cifras proporcionadas por este productor, más de la mitad de los tambos del departamento tienen estos sistemas de tratamiento; en particular, el 80% de los tambos grandes –con más de 500 vacas– que cubre el 80% de los animales.
Asimismo, Bidegain pidió no olvidar que es ineficiente el control a las industrias por parte de la Dinama, y otro elemento, que “no es culpa del agro ni de OSE”, es el cambio climático por el que llueve mucho en poco tiempo. Esta situación provoca que el agua arrastre hasta el arroyo los productos químicos de los cultivos. “Esto hay que asumirlo”, afirmó. “Nos agarraron como carne de cañón”, reflexionó. Respecto a la capacidad purificadora del monte ribereño, expresó que el que todavía persiste en la zona “ya no sirve” para tales fines, puesto que ha perdido diversidad y densidad.

Tomado del observador de Uruguay 

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