miércoles, 10 de julio de 2013

BIENES COMUNES URBANOS no es la economía estúpido

LOS BIENES COMUNES URBANOS
Definimos al Bien Común de una determinada población o como Bienes Comunes al conjunto de los
recursos naturales y “construcciones” (materiales, organizativas, jurídicas o culturales) producto de la acción humana que deberían servir para abastecer las necesidades materiales y espirituales de cada uno de sus integrantes en una proporción y medida justa y suficiente.
En un medio urbano son bienes comunes el suelo, la calidad del agua y del aire, los accidentes geográficos, pero también lo son las infraestructuras para la provisión de los servicios (agua y cloacas, electricidad y gas, comunicaciones) la educación, la sanidad, el transporte público, las calles y avenidas, los parques y espacios públicos, el acceso a las costas, el patrimonio arquitectónico y cultural, la justicia, la comunicación, el acceso a un trabajo y una vivienda digna, entre otros que variarán según las circunstancias.
Lo opuesto a los bienes comunes son los bienes privados que solo sirven a una determinada persona o grupo o sector social o empresa o corporación. Un bien común puede tener una gestión privatizada sin perder su condición de bien común pero debe resguardarse que un bien común sea convertido en bien privado y esta es la tarea del Estado. El gobierno que vele por el desarrollo integral de su pueblo puede convertir un bien privado en bien común pero no a la inversa. En una sociedad post-capitalista los bienes comunes son herramientas económicas pero también poseen calidades culturales, emocionales y simbólicas.
El derecho a una vivienda digna es un bien común que debe ser distribuido por la acción del estado, pero la vivienda es un bien privado aunque esté compartido. Un edificio que contiene varias viviendas es una sumatoria de bienes privados limitados por la necesidad de regular el funcionamiento del conjunto.
Un automóvil particular es un bien privado que utiliza en sus desplazamientos bienes comunes como las calles y autopistas. El transporte público es un bien común que puede funcionar perfectamente como tal aunque cada uno de los vehículos que lo integran sean bienes privados.
Es función del estado proveer para que los bienes comunes no sufran restricciones que perjudiquen a sectores de la población para favorecer a otros. Esto es esencial en el caso de la sanidad, educación, transporte público, uso de los espacios públicos, para el ejercicio y la aplicación de la justicia y para las comunicaciones, entre otros.
Conceptos como libertad, democracia así como el estado como poder regulador de los bienes comunes son los pilares básicos de una comunidad post-capitalista. Cuando ciertas élites se apoderan del estado como sucede en los países imperialistas o en las dictaduras, la noción de comunidad desaparece aunque exista una formalidad aparente.
Los conflictos al interior de una sociedad se dan casi siempre alrededor del tema de la apropiación o privatización de los bienes comunes.
            Un parque es un bien común como el caso del parque Gezi en Estambul que el gobierno turco quiere convertir en bien privado. La reacción de los jóvenes es natural y saludable cuando intenta impedirlo. La acción autoritaria del gobierno frente a este hecho lo deslegitimiza y a consecuencia de ello los jóvenes se manifiestan además para pedir la renuncia del gobierno y para cambiar el rumbo del estado. Todo esto indica un alto nivel de conciencia para reconocer cuales son los bienes comunes que el gobierno turco está pisoteando.
El sistema de transportes es un bien común que en las grandes ciudades es muy complejo de implementar y en su propia complejidad puede resolverse positivamente con una acción combinada de lo público y lo privado siempre con la función reguladora del estado. La calidad de los servicios se mide por las frecuencias, el estado de los medios utilizados, confort y seguridad de los vehículos, por la pertinencia de los recorridos y los tiempos de viaje. La restricción en su uso puede estar dada (entre otros elementos) por los costos del viaje. Este último aspecto es el que desató la reacción de inmensas muchedumbres en las ciudades brasileñas.
El aumento del boleto fue la gota que rebalsó la copa y sirvió además como disparador para otros muchos reclamos referidos a las restricciones en sanidad y educación y el gasto excesivo del estado en eventos (Mundial de Futbol, Juegos Olímpicos) que evidentemente para la población (y sobre todo para los jóvenes) no tenían la prioridad que el gobierno creía que tenían. Mas allá del caos y la confusión que estas multitudinarias manifestaciones crearon en determinados momentos y del aprovechamiento espurio que delincuentes comunes o grupos organizados del fascismo teledirigido intentaron hacer, es evidente que estas manifestaciones son altamente saludables para renovar a la democracia brasileña en pos de un mayor acceso y una mejor distribución de los bienes comunes. Habrá sin dudas, un antes y un después de estas manifestaciones dado que en Brasil existe un gobierno sensible a aquellas cuestiones que hacen al bienestar colectivo.
Pero también es cierto que un cambio profundo será muy difícil de alcanzar y que hasta puede ser doloroso. Brasil es una comunidad muy particular con enorme desigualdad social y en donde las élites dominantes fueron capaces de acordar todos los procesos de cambios sin traumas ni conflictos sangrientos. A diferencia del resto de los países de la América Latina, la Independencia lejos de ser el resultado de guerras dolorosas y prolongadas fue el resultado de un acuerdo familiar dentro de la monarquía gobernante. También pasó de la monarquía a la república mediante otro acuerdo de élites y este espíritu de acordar entre grupos se mantuvo prácticamente hasta el presente. En la última década, el acceso al gobierno del representante de los obreros sindicalizados fue también facilitado por estamentos de poder. Todo esto sirvió para que el núcleo duro del poder interno siguiera incólume a lo largo de los últimos dos siglos. Este sistema de acuerdos permanentes arrastra niveles de corrupción muy altos que no son patrimonio de ciertos sectores sino que están profundamente arraigados en la trama social a todos los niveles.
Brasil también es una sociedad en expansión demográfica, económica y productiva por momentos acelerada que produce tensiones internas que, tal como lo demostraron las recientes manifestaciones, escapan al control de las élites y los gobiernos.
En Brasil ciertos discursos ecologistas, de ampliación de derechos a niveles inéditos o la implantación de novedosos estándares éticos están claramente representados por grupos internos (no conviene olvidar que en las últimas elecciones presidenciales la candidata del Partido Verde obtuvo un 20% de los votos), así como va tomando cuerpo la necesidad de memoria, verdad y justicia con respecto a la última dictadura militar.
“La voz de la calle” como lo definió la Presidenta Dilma Rousseff son en realidad muchas voces y los reclamos son múltiples y variados. Un gigante reivindicativo se ha despertado en el seno del pueblo y puede llegar a asumir un rol muy significativo que influirá sin dudas en el resto de la región en donde una contraofensiva reaccionaria intenta levantar cabeza.
Al respecto de esta contraofensiva reaccionaria debe quedar claro que en la Región no todas las manifestaciones se hacen por reclamos legítimos ni en pos de asegurar el acceso a los bienes comunes para el conjunto de la población. Sin dudas son legítimos los reclamos de los estudiantes chilenos en pos de una educación con acceso libre, gratuita y de calidad. Pero son todo lo contrario y responden a la agenda de intereses particulares empeñados en privatizar bienes que deben ser bienes comunes. el caso de manifestaciones y reclamos hechos en Argentina, Bolivia, Perú o Venezuela.

Una nueva generación de jóvenes lanzados a nuevos ideales parecen decididos a demostrar que la famosa frase de Bill Clinton que tanto repiten neos y antiguos liberales puede ser reemplazada por otra que diga: “No todo es la economía, estúpido”.
tomado de envío de arquitectura sustentable 

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