Fukushima y las
consecuencias ininterrumpidas de una industria y una tecnología suicidas
Es una información de la agencia EFE fechada el 10 de julio
de 2013 [1]. Lleva por título “El agua radiactiva de Fukushima se está
filtrando al mar”.
El CSN nipón, la Autoridad de Regulación Nuclear (NRA), ha
anunciado (públicamente) que tiene la “firme sospecha” (es decir, la firme
convicción) de que el agua altamente radiactiva que se concentra en la
accidentada central nuclear de Fukushima se está filtrando al suelo y al mar frente
a la planta”. Los niveles de concentración de cesio y estroncio radiactivos en
muestras de aguas subterráneas tomadas en las instalaciones de Fukushima se han
disparado
Lo ya anunciado, lo ya señalado documentadamente como
escenario más que probable por estudiosos y especialistas. Entre nosotros, por
ejemplo, por el científico republicano franco-barcelonés Eduard Rodríguez Farré
[2].
El presidente del NRA, Shunichi Tanaka, ha declarado a la
agencia nipona Kyodo que se debe hallar “la causa que hay detrás de estos altos
niveles de contaminación y establecer las medidas prioritarias para
solucionarlo”. ¿Medidas para solucionarlo? ¿Causas de un desastre ya
anunciado?
De hecho, como se ha señalado también, el principal reto
para desmantelar la central, hipótesis que la compañía privada propietaria, la
multinacional Tokio Electric Power (TEPCO) se negó a considerar inicialmente
(había que amortizar la inversión: el capitalismo no es un humanismo), es “la
acumulación en el subsuelo de los edificios que albergan los reactores
nucleares de agua contaminada”. Esta agua contaminada se incrementa diariamente
por la filtraciones del sistema de refrigeración y del agua subterránea que
proviene de las zonas colindantes.
Tepco considera que el foco puede ser un pozo junto al mar.
Pero incluso la NRA considera que puede que no sea el único origen de estos
niveles -¡imprevistos!- de contaminación. Se conjetura que la nueva situación
sea debida a la mezcla de barro contaminado con cesio, tras el accidente de
2011, con el agua subterránea proveniente de las montañas.
Las muestras de agua subterránea analizadas (y recogidas en
un punto de control situado entre los reactores y el Océano Pacífico) por la
operadora de la central, señala EFE, registraron niveles de materiales radiactivos
hasta 100 veces más grandes (¡pasados tan sólo tres o cuatro días!) respecto a
las pruebas realizadas el viernes 5 de julio. La muestra obtenida contenía
entre 9.000 y 11.000 becquereles/litro de cesio-134 (según fuentes) y entre
18.000 y 22.000 becquereles/litro de cesio-137 (también según fuentes). En esa
agua había 900.000 becquereles de otras sustancias que emiten radiaciones beta;
el estroncio por ejemplo. Cesio-134 y cesio-137, como es sabido, son elementos
altamente radiactivos.
TEPCO dice haber adoptado medidas para sellar el agua
contaminada en zonas de la propia central, pero el NRA -¡el mismo organismo
regulador que se ha mantenido fiel y servil a la multinacional en 100 o 2.011
ocasiones anteriores!- ha reconocido que “la empresa no puede controlar la
propagación de todos los materiales contaminados al mar o al suelo”. La
multinacional ha señalado que por el momento no ha detectado “un impacto
significativo” en el entorno. ¡Qué esperábamos! ¿Qué alma bendita puede confiar
en TEPCO a estas alturas de esta trágica historia?
Por otra parte, el ex director de la central, Masao Yoshida,
murió el pasado martes 9 de julio a los 58 años de edad, “debido a un cáncer de
esófago”. Según la compañía el cáncer “no sería directamente imputable a las
radiaciones” [3]. ¿E indirectamente? ¿Qué significa aquí “directamente”? ¡Que
tortuosa cosmovisión mueve a Tecpo a semejante declaración ante el cadáver de
su heroico trabajador que sabia perfectamente que se jugaba la vida en el
desempeño de su trabajo!
En honor de Yoshida, que dejó el cargo a fines de 2011 al
diagnosticársele el cáncer de esófago, hay que recordar que manejó esta crisis
en condiciones terribles, “oponiéndose a veces a directivas incoherentes o a la
lentitud de su empresa, evitando según expertos del sector que la situación
fuera totalmente incontrolable”. Sólo dejó el cargo, a finales de 2011, cuando
se le diagnosticó el cáncer de esófago.
Pocos días después de la hecatombe de marzo de 2011, el
científico y humanista Eduard Rodríguez Farré habló de un “Chernóbil a cámara
lenta”. Lo expresó así:
“Tampoco las consecuencias para el medio ambiente serán
inocuas. La contaminación nuclear se deposita en el suelo y en el mar, se incorpora
a la cadena trófica de los peces, que son la base de la dieta en Japón, del
resto de animales -el yodo-131 aparece precozmente en la leche-, de las
plantas, la fruta y las verduras. Este proceso se irá acumulando, pasará de un
ser vivo a otro e irá empeorando (miles de renos tuvieron que sacrificarse en
el Ártico tras Chernóbil: estaban contaminados por los líquenes que habían
ingerido). La persistencia de estos radioelementos en el medio perdura largo
tiempo y su presencia puede detectarse en los alimentos incluso años después de
un accidente nuclear.” [4]
Tampoco erró en esta descripción. ¿Lo nuclear es seguro,
barato, pacífico, eficaz económicamente, no contaminante (globalmente
considerado), razonable, prudente, socialmente rentable, imprescindible,…?
¿Quién con juicio no alterado ha podido afirmar algo así?
No más cuentos. ¡Nuclear, no gracias!
Notas:
[1] http://es.euronews.com/teletipos/2023300-el-agua-radiactiva-de-fukushima-se-esta-filtrando-al-mar/
[2] Eduard Rodríguez Farré y SLA, Ciencia en el ágora,
Barcelona, El Viejo Topo, 2012, capítulos I y VI.
Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría
y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat
Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)
Enviado en red foroba
Nota: sin embargo en
Argentina la Presidente y su Gobernador en Formosa piensan en colocar una a
orillas del rio Paraguay que desemboca en el rio Parana, que desemboca en el
rio de la Plata, a cuyas veras vive el 80 % de la población
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