domingo, 17 de julio de 2011

FRIO TERRIBLE EN BOLIVIA complica todo

Comunarios de los Lípez temen que 15.000 llamas mueran de inanición
Potosí. La nevada quemó los bofedales en los que se alimentan los camélidos
 La Razón - Jorge Quispe - Quetena Chico
En la estancia Dulce Nombre, “una llamita y su cría se han caído y después han muerto” por congelamiento, cuenta apenada Teresa Berna Muraño, rescatada del lugar, tras permanecer atrapada por la nevada que cayó en Sud Lípez hace 15 días.
Las llamas son resistentes al frío, pero esta vez que nevó casi tanto como el 2002 —año del peor temporal que azotó a la región en los últimos tiempos— su pelaje no parece ser una garantía, menos considerando que también les falta qué comer, pues la nieve quemó las pasturas y el frío llegó a 18 grados bajo cero.
“Pueden vivir unos 15 días (en estas condiciones), pero después se debilitan y fallecen”, explica Humberto Berna, del comité de Gestión de Quetena Chico, poblado que junto a Quetena Grande fueron los más afectados por la nieve que, en algunos sectores, superó el metro de espesor.
Las crías, a las que llaman ch’ukus, además de las hembras, que por esta temporada están preñadas, son las más vulnerables.
Crucial. Con hoy domingo, han pasado 14 días desde la nevada del 4 de julio, por lo que los comunarios temen que esta semana muchas llamas, de las 15 mil que existen en ese sector fronterizo con Chile, mueran por debilitamiento. “Terminó de nevar, pero ahora la nieve está congelando los bofedales y si no hay forraje, nuestras llamas morirán”, sostiene el subalcalde de Quetena Chico, Marcial Bernal.
Los bofedales son humedales de altura que poseen pradera nativa de la que se alimentan los camélidos. El miércoles 13, cuando La Razón visitó el lugar, en las quebradas y los cerros de la zona la nieve estaba ya congelada, y con suerte se podía ver algo de t’ula y paja que ya estaba quemada.
 “Ahora, si comen ese pasto quemado, las llamas se enfermarán porque esta hierba ya no tiene nutrientes y los animales se debilitan y mueren”, agrega Berna que cita estudios veterinarios.
A ello se suma, que debido a que todavía hay mucha nieve en los cerros, al congelarse, creará un microclima aún más frío en la zona. “Esto se va a convertir en una especie de refrigerador, donde las llamas no podrán resistir”, considera el maestro JuanJosé Méndez, del colegio Colorados de Bolivia de Quetena Chico.
En Nor y Sud Lípez hay unas 100 mil llamas. La lana y la carne de estos camélidos es una de las mejores del país y, según Berna, los ejemplares ganaron en diversas ferias camélidas.
Los cerca de 700 habitantes de Quetena Chico y Grande se dedican a la ganadería camélida y, aunque hay quienes administran hospedajes turísticos, la mayoría vive de la venta de lana y carne de este animal. “Nuestras llamitas son bien t’ampullis (tienen mucha lana) y ahora se van a morir”, habla con tristeza el subalcalde.
La carne de una llama de cinco años puede llegar a costar Bs 700, mientras que por cada kilo de lana cobran Bs 15. Los camélidos de Quetena pueden producir hasta dos kilos y medio.
Alimentación. Después del desastre que provocó la nevada, la Gobernación de Potosí envió 100 costales de forraje, pero es insuficiente. “Una llama come tres kilos de forraje por día y la ayuda alcanza para unos 300 animales, pero aquí en Quetena Chico tenemos 10 mil y en Quetena Grande otras 5 mil”, insiste el comunario.
 Es por eso que Teresa Berna está angustiada, pues sus 180 llamas quedaron en el abandono. “Lo poco que tenía era afrecho y eso fue lo último que les di; ahora, no sé cómo estarán. Yo quisiera ir, pero tampoco hay cómo ir”.
Unas 34 familias de diferentes estancias de Quetena Chico, Quetena Grande, Huayllajara, Laguna Colorada y Laguna Colorada fueron rescatadas y salvadas de morir por congelamiento, pero todos tuvieron que abandonar a sus animales. “No sé cómo estarán las llamas (257 ) que tengo. Ya llevo cinco días aquí y cuando me fui, mis animales ya se estaban echando (cayendo al suelo) y no les he podido ver más”, contó el miércoles Eliseo Delgado, de la estancia Senia Grande (Quetena Chico). Cuando los camélidos se dejan caer, es una señal de que en las siguientes horas morirán.
El turismo permanece paralizado
Vocación
 Sud Lípez, donde están Quetena Chico y Quetena Grande, posee atractivos turísticos únicos. Allí está la Reserva NacionalEduardo Avaroa y en ella el nevado Uturunco, a 4.690 metros sobre el nivel del mar, los géiseres y las lagunas Colorada y Verde. Algunos pobladores administran hospedajes, pero cerraron por la nieve.
                                              Campesinos sienten que el Gobierno los ha olvidado
Los niños esperaron durante dos días a que llegue un helicóptero
El jueves siete de julio, los cerca de 600 pobladores de Quetena Chico esperaron durante todo el día a un helicóptero que nunca llegó. Por radio, desde La Paz, habían informado que la nave arribaría con ayuda.
“Como un avión sobrevoló toda esta zona, pensábamos que el helicóptero vendría, pero al final todos se fueron bien apenados porque nunca llegó”, recuerda Humberto Berna, del comité de gestión de esa comunidad potosina.
 Según el maestro del colegio Colorados de Bolivia, Juan José Méndez, los niños fueron los más esperanzados con el arribo de la cooperación. “Es lamentable, al final nos informaron que no había helicópteros. Los niños esperaron incluso el día siguiente en la plaza y nada”.
Vigilantes. Berna expresa que la Gobernación de Potosí, Defensa Civil, los guardaparques de la Reserva Nacional Eduardo Abaroa e incluso la empresa minera San Cristóbal les ayudaron en las labores de rescate de los comunarios atrapados por la nieve, pero, en cambio, criticó la tardía reacción del Gobierno.
 “Nosotros somos los guardianes de la frontera y no hay nada para la comunidad, cada vez que hay estas contingencias debemos arreglarnos nosotros mismos”, señala el dirigente.
Dice, además, que están molestos con la posición del Comité Cívico Potosino de negar un tratado por las aguas del Silala con Chile, por lo que los comunarios de Quetena Chico advierten con buscar un acuerdo, por su cuenta, con sus pares chilenos. “A cambio de que nos den maquinaria para arreglar nuestros caminos, les podemos dar el agua”.
Dice que tomarían una decisión aún más radical si el Ejecutivo no les apoya para enfrentar las futuras nevadas. “Si no nos dan maquinaria para la próxima nevada, nos haremos chilenos...”.
Los pobladores recuerdan que el 2002, el entonces diputado Evo Morales visitó el lugar y prometió ayuda, y equipos cuando sea sea gobierno. “Nunca más volvió y nosotros le dimos nuestros votos. No hay nada”, indica otro comunario.
Para Berna, cualquier ayuda debe llegar directamente a la comunidad. “Sabemos que la Gobernación dio unos cinco mil litros de gasolina a los militares para ayudarnos, pero nosotros no hemos visto nada”. Cinco soldados de la Unidad Militar en Quetena Chico ayudaron en el rescate de personas durante un día, pero después el pueblo tuvo que arreglárselas.
Guardianes de la frontera en el abandono
Hace dos meses atravesé el río Maniki en San Borja, un lugar olvidado por el Estado, donde los niños mueren por diarrea; después estuve en Pisiga (Bolívar, Oruro), donde siete de cada 10 niños cruzan la frontera, hacia Chile, para estudiar en una escuela primaria.
Esta vez fue el turno de Quetena Chico (Sud Lípez, Potosí), donde al igual que en los otros casos, el Estado está ausente. El viaje de 12 horas por caminos, en muchos tramos de erradura, es poco frente a la dejadez en la que viven, en especial, los niños.
En las aulas de la escuela Colorados de Bolivia hace más frío que en el patio de la unidad. Si a ello sumamos que la temperatura promedio bordea los 15 grados bajo cero, hay que sacarse el sombrero ante los 195 estudiantes de ese establecimiento.
Por eso, quizás, sus padres de vez en cuando afirman que si fuera por ellos recibirían ayuda de los chilenos. “Cuando hay desastres en las tierras bajas corren millones para ayudarlos, pero cuando pasa lo mismo aquí, no hay nada”, reniega Humberto Berna, del Comité de Gestión de la comunidad Quetena Chico.
Pese a ello, el cariño de sus comunarios hacia los visitantes “vale un Potosí”, desde el guía Crisóstomo Estelo Esquivel, que nos condujo hasta destino, hasta Lucrecio Quispe, que en Culpina K nos facilitó la única computadora con servicio de internet. Nos sentimos como en casa, gracias a todos los amigos potosinos.
Tomado del diario La Razón de Bolivia

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